viernes, 12 de junio de 2009
Para exorcisar — me
Un buen amigo me llama para pedirme un texto quemable. Es fácil encontrar alguno ¡tanto se ha escrito que no vale la pena! Pero no es únicamente el valor del texto mismo, esto es algo tan subjetivo —como el precio de la camisa que me gusta—. Es darle al fuego lo que al fuego pertenece, es adelantarse a la historia de la literatura con el peor de los jueces: el propio autor.
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