viernes, 1 de mayo de 2009

Las palabras, 1ª parte

Roberto es un columnista de prestigio, que se relaciona con lo mejor de los escritores nacionales. Se ha hecho a pulso, pasando por encima de quien obstruyó su camino. Junto al ombligo olvidó el origen. La única persona que visita es un paralítico de Quetzaltenango que sólo él conoce. El otro que podría considerarse su amigo, está en el exilio. Los demás le interesan, si son útiles. Minero de palabras, su veta favorita es el pequeño Larousse ilustrado No tienen idea de lo que me sirve. Por supuesto que sería mejor una edición reciente pero esos pendejos ya no la hacen. a colores del último año que se publicó en forma de libro. A partir Es bueno pero podría superarse. Por supuesto que lo prefiero a la antigüedad en blanco y negro que encontré en los cachivaches de mamá. de ese hallazgo en libros de viejo, el éxito y el dinero habían llegado. No llegabas al periódico. Oficina en la zona viva. Muebles italianos. Sillón de cuero. Escritorio y libreros de caoba. Piso de rosul. Y tu casa en la cañada. Sí, lo tenías todo.

Hubo otro diccionario que le sirvió para entender los conceptos utilizados por los periodistas Son unos mulas que no saben explotar la profesión. que antes admiró y ahora desprecia. Definitivo, amo este bello afilador de verduguillos. Pero a esa edición impresa le tiene cariño. Además, es un útil abastecedor de palabras, tiene una enorme cantidad términos y acepciones, con modismos de América Latina y España, anglicismos, galicismos y neologismos de uso corriente. Fui tu pequeño secreto. Me mantenías escondido. Fuera de la mirada de tu selecto grupo de visitantes.

Su fórmula es simple ¡quién la imaginara!, dicta el viperino discurso al convertidor de palabras integrado a la computadora personal de bolsillo, una Super Pentium de 32 megas en RAM y 4.8 gigabytes de disco duro, utilizando un lenguaje común con rasgos coloquiales. Después, con ayuda del pequeño gigante, transforma el vulgar texto en erudito, cuidando que el veneno no se pierda. Esto lo hace con estilo poco acorde a la tecnología actual. Abre el No uso la versión del Larousse en CD room, por supuesto que sería mejor pero el programa se limita a buscar la palabra y dar la definición. Son bien bestias. libro y contempla el diccionario página por página, las palabras saltan buscando desovar. Sus ojos, acostumbrados a la pesca rápida, gozan arponeando adjetivos y sustantivos. Al encontrar el vocablo exacto, con absoluta precisión lo inserta en el texto inicial, substituyendo las intranscendentes palabras Ah... si los tuvieran bien puestos alguno me contestaría. originales por otras inteligibles sólo para la élite. De cuando en cuando acude a la sección de locuciones latinas o, volviendo Por supuesto que no se atreven a enfrentarse al D’Artagnan del idioma; y si no les gusta mi estilo es su problema. a la tecnología, selecciona una frase cualquiera y con ayuda del programa de idiomas, la traduce a la lengua que desea. Esto con el fin de reafirmar su imagen de políglota. Todo fue artificio. No aportaste nada nuevo. Utilizaste mis palabras perversamente. Tu trabajo me asqueaba.

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